Está en el número 4 de la calle Aldamar. En realidad no es que está, sino que, prácticamente, ha estado desde siempre, aunque con distinta denominación.

La adquisición tuvo lugar incluyendo todo el género que en aquel momento existía en el almacén. Así, en el contrato de venta puede leerse que: “Don José María Alcorta vende todos los géneros y utensilios que tiene en el citado almacén, con todos los derechos que tenga adquiridos y traspasa el citado establecimiento por la cantidad de DIECIOCHO MIL PESETAS que recibe en el acto”.

Eso si: “Serán de cuenta del señor Alcorta todos los débitos y créditos que tenga contraídos hasta este momento”. “En el precio fijado -sigue diciendo el documento- va incluida la vivienda que está aneja al almacén de vinos, la cocina y comedor instalados tal como se hallan y el gabinete del centro”.

Pero había que ser escrupuloso con los pequeños detalles. No era prudente dejar las cosas a medias y sin rotundas concreciones: “En el precio fijado de 18.000 pesetas está incluida, por hallarse en tránsito, una caja de 24 botellas de Flor de Córdoba, de la Casa Manuel Sánchez, de Jerez de la Frontera, y dos cajas de vinos de la Casa de Garvey. Estos vinos los pagará el señor Alcorta”.

Por cierto, también se incluía la fianza del teléfono.

El establecimiento siguió con la misma tónica que había sabido darle el señor Alcorta: tienda de alimentación al por menor, venta de vinos y aceites a granel así como bebidas embotelladas de Rioja, licores y conservas. Y siguiendo la tradición, la principal clientela estaba entre los “casheros” que acudían a la Brecha para vender sus productos, además de los vecinos de la zona.

Pero el impulsor y verdadero artífice del desarrollo de Casa Armendáriz fue el hijo de don Luis, Juan Bautista Armendáriz Ulzurrun, incorporado al negocio en los años 50.

Transformó la tienda al por menor de vinos y licores en una empresa dedicada a la distribución, a escala provincial y nacional, de productos relacionados con la alimentación en el más extenso sentido de la palabra.

Consiguió representaciones en exclusiva de prestigiosas firmas nacionales y extranjeras, siendo pionera en la importación de productos del extranjero.

La empresa creció de forma constante. Primero fue necesario adquirir el local más próximo a Casa Armendáriz: se trataba de una mercería, Mercería “ El Aguila”, cuya entrada correspondería, una vez realizadas las obras de ampliación, a la actual entrada de Casa Armendáriz. Más tarde, la actividad comercial obligaría a la adquisición de unos almacenes en el barrio de Herrera, donde se llevarían a efecto los trabajos derivados de una empresa mayorista, mientras que la tienda de la calle Aldamar quedaba para la venta al por menor.

Con todas las ampliaciones, la tienda hasta parecía demasiado grande. No es que sobrara sitio, pero el que había podía ser utilizado para nuevas iniciativas, algo que, como vamos viendo, no faltaba en la familia Armendáriz. Así, en la bodega, vacía al poderse llevar el género a los almacenes de Herrera, se creó una industria de chacinería con obrador propio que, más tarde, derivaría en la elaboración de platos preparados, siendo pionera en Gipuzkoa con una sección de alimentación dietética.

En abril de 1989 se constituía “Casa Armendáriz” S.A. por los hijos de Juan Bautista, María Isabel y Julián Armendáriz.

La última -me atrevería decir la penúltima, porque dada su constante actividad no debe extrañar surjan nuevos proyectos de los hermanos Armendáriz- ha sido la remodelación de la bodega, creando un aula, con capacidad para 45 personas, donde se dan cursos de cocina (selecta, popular, nueva y vieja), se presentan productos desde los más sofisticados hasta los de uso más cotidiano… En este lugar, denominado “Txoko del Gourmet”, con mesa de cata y otras lindezas para disfrute de sibaritas y menos entendidos en el fabuloso mundo de la gastronomía, está ese espíritu creativo de la persona que, además de mantener una empresa por sus siempre deseados resultados materiales, la conserva, viva y en constante ebullición, porque en su foro interno está el interés por aquello que se tiene entre manos, heredado, en este caso, como en otros que estamos conociendo en estos capítulos, de aquellos que les precedieron y que no sólo supieron crear y mantener una empresa , sino, lo que es mucho más difícil, transmitirla, en su fondo y forma, a las generaciones venideras.